ECOLOGÍA DE LA ATENCIÓN: CONTRA LA INFOXICACIÓN, ESPACIOS LIBRES DE TECNOLOGÍA Y ESTÍMULOS
Ya no es suficiente con el detox digital. Cada vez es más acuciante el derecho a espacios libres de tecnología y estímulos. Este derecho se llama ecología de la atención y lo promueven sectores tan diferentes como la filosofía, la economía, la empresa, la enseñanza y la psicología
A más hiperconexión, más dosis de naturaleza necesitamos para estar equilibrados y compensar las mermas cognitivas que produce en adultos y niños la distracción constante, la infoxicación.
Se reclama el derecho a espacios sin cobertura, sin anuncios, sin wiffi, libres de todo tipo de estímulos. En las ciudades hay que crearlos, pero en el campo los tenemos con vistas espectaculares, como las de La Casa de Los Moyas en el valle de Olba (Teruel), un proyecto de turismo rural que nació con la intención de ser un remanso de paz y desconexión, para promover la salud física y mental.
Albert García Pujadas, experto en márketing y negocio digital, y coordinador del master en dirección de márketing digital de la UPF-BSM explica en La Vanguardia que existe “una preocupación sana en la industria, en la educación y en otros ámbitos sobre cómo la hiperconexión está consumiendo el tiempo de las personas y modificando comportamientos, sobre cómo se está jugando con la atención de la gente, generando adicciones y dependencias del móvil, reduciendo nuestra capacidad de atención y concentración; así que se hace necesario aplicar una ecología de la atención, porque en esa carrera desbocada por captarla perdemos todos, también los negocios”.
Este experto asegura que las empresas serán las primeras interesadas en promover este derecho a disponer de espacios libres de tecnología y de estímulos. “Igual que los grandes popes de la tecnología llevan a sus hijos a escuelas sin pantallas por higiene digital, algunas empresas ya han tomado conciencia sobre los peligros de saturar la atención y sólo contactan con los clientes en momentos precisos, cuando de verdad es necesario”.
CAPACIDAD DE ATENCIÓN INFERIOR A 10 SEGUNDOS
García Pujadas asegura que somos “incapaces de mantener la atención más allá de un par de minutos y la neuropsicología dice que la capacidad de concentración de los más jóvenes es inferior a diez segundos”
El filósofo Francésc Torralba, que también ha participado en el reportaje elaborado por La Vanguardia, constata cada día esa dificultad para mantener la atención y concentración de sus alumnos que ahora van a clase “con pantallas, les van llegando wasaps, anuncios y estímulos que llaman su atención y es difícil que no se pierdan”
Pero no es sólo un problema de los jóvenes: “Niños, adultos, ancianos…Todos recibimos una avalancha de estímulos que impactan contra el neocórtex para producir una reacción o el consumo de algo, y la consecuencia es una enorme dispersión mental y emocional”.
Por su parte, el psicólogo Rafael San Román asegura que nuestra atención “es potente pero finita, y cuantos más estímulos manejas menos atención pones en cada uno, así que el mensaje que recibes no es de la misma calidad, y por eso nos quejamos de poca memoria, falta de comprensión lectora, dificultades de concentración…Hay que ser conscientes de que cuanto más dividida está la atención, más probabilidad hay también de cometer errores”.
Reivindica la ecología de la atención como “una forma de utilizar consciente y razonablemente los recursos de nuestro cerebro, que no hace falta que lo llevemos siempre al galope”
En La Casa de Los Moyas sintonizamos totalmente con esta filosofía, la misma con la que emprendimos nuestro proyecto de turismo rural en Teruel: ser un remanso de paz donde las pantallas se quedan en la maleta para disfrutar de una experiencia de autenticidad en el campo.
Esto es especialmente importante si tenemos en cuenta que hay documentados trastornos como el de déficit por naturaleza cuyos síntomas podemos reconocer todos: disminución de la creatividad, de la capacidad de asombro, del aprendizaje mediante la experiencia directa, aumento de los niveles de ansiedad y estrés.
En definitiva, la sobreabundancia de estímulos y ofertas, las múltiples opciones de elegir, en vez de aportar más libertad a la persona, suponen una mayor presión sobre ella, aumentando el riesgo de tomar una decisión equivocada que inexorablemente acaba provocando hiperestrés.